domingo, agosto 10, 2008

La otra cara de las mototaxis
El negocio de los mototaxistas no es tan fácil como parece


“Este es uno de los trabajos más crueles, más matadores”, dice Humberto Ríos, un cachaco que hace más de 20 años vive en Cartagena. Ríos, es uno de los más de 40 mil mototaxistas que existen en la ciudad caribeña.

“Ni los negros se aguantan el sol”, afirma tajantemente, mientras muestra la camisa manga larga que tiene que vestir para protegerse del inclemente sol. Las quejas siguen: dolor en la columna, riñones, piernas, próstata y hasta hemorroides.

Ríos tiene que recorrer la ciudad entera para lograr una ganancia decente, eso hace que maneje la moto más de 8 horas, las cuales han hecho mella en este hombre flaco, con pómulos saltones y siempre de anteojos oscuros y guantes.

El clima de Cartagena oscila entre los 28 y 40 grados, el calor insoportable es una de las razones por las que convertirse en mototaxista es duro. Pero el desempleo no les deja otra opción a estos hombres y mujeres.

Ríos, un ex militar, trabajaba en un restaurante en la zona de Bocagrande, pero se quedó sin empleo. Lo único que le quedó fue dedicarse a buscar pasajeros y trasladarlos por la ciudad.

No todos los mototaxistas tienen moto propia, a la mayor parte les toca rentarlas por el día y pagar una tarifa de 15 mil pesos. “Hay gente de plata que compró hasta 50 motos para alquilarlas”, explica.

Lo que antes le dejaba una ganancia de 60 mil pesos diarios en un día bueno, y en uno malo hasta 30 mil, ahora le deja 20 mil. La competencia ha incrementando y el desempleo ha hecho que cada año más se sumen a este oficio.

En Cartagena existen más de 50 almacenes de repuestos de motos. Antes del 2002, cuando se inició la era de las mototaxis, había menos de 10. “Las ventas mas bien han bajado por la proliferación de almacenes”, indica Luis López, vendedor de Caribe Moto.

Las autoridades han tratado de controlar el auge de las motos. El año pasado, el alcalde en funciones, Nicolás Curi, llegó a un acuerdo con el gremio y firmó el decreto 1086, en el que se prohíbe la circulación de mototaxis de 11 de la noche a 5 de la mañana.

Otra de las restricciones son el “pica y placa”, los mototaxistas con placas impares pueden salir a trabajar los días impares y los que tienen placas con números pares, los otros días. Esto sólo aplica para los días de semana. El ‘Día sin Moto’ se da todos los primeros viernes de cada mes, ningún mototaxista puede salir a trabajar.

Este tipo de transporte tampoco puede ingresar al centro histórico de la ciudad, se les permite sólo transitar por los alrededores de la India Catalina. Si alguno de los motorizados no cumple con este decreto, la multa equivale a 30 salarios mínimos diarios, aproximadamente 460 mil pesos, y la retención de la moto por 5, 20 ó 40 días, dependiendo de la gravedad de la infracción.

Los puntos claves para un mototaxista son la bomba El Amparo, el Mercado de Bazurto y la India Catalina, en ésta los policías de tránsito tienen presencia constante. Con sus pitos y boinas verdes apuran a los conductores a que dejen el sector. “Ellos están acostumbrados hacer una estación donde quieren”, dice el patrullero Edwin Siatoba.

“Un bus paga una tarjeta operativa, una moto cualquiera la conduce. Además cometen muchas imprudencias”, agrega. Este es uno de los contras para las mototaxis. Montarse en una de ellas es una aventura. Se meten en lugares insospechados, aventajan por la derecha, se suben a las aceras y manejan a velocidades altas.

“Es muy peligroso, donde queda un hueco se meten, no respetan. Yo uso el bus, aunque me demore voy sabroso, mejor sigo disfrutando mi pensión”, dice riéndose Jairo Londoño, un ex militar.

Mientras que Amelia Vargas, administradora de un restaurante en el centro, sí usa este servicio improvisado. Ella vive en El Paseo de Bolívar, en buseta le tomaría 20 minutos llegar a su trabajo, pero en mototaxi se dilata sólo 10. “Es un transporte rápido, sobre todo para mí que trabajo, pero también es peligroso”, dice. Ella nunca ha sufrido un accidente.

“Los mejores clientes de las clínicas y hospitales son los mototaxistas”, dice sarcásticamente Humberto Ríos, quien afirma que él no comete imprudencias a la hora de conducir y que “la gente del campo que no sabe manejar y consigue una licencia es la que causa accidentes”.


Alexander Ospino, es contador público, en el 2003decidió comprarse una moto con la liquidación que le dieron. Desde ese día ha tenido 4 motos, todas de 100 cc. porque esas consumen menos combustible.

“Busco la comodidad del vehículo”, explica Ospino, un moreno delgado, que todos los días llega desde Turbaco hasta Cartagena para trabajar su moto verde. “Con 8 mil pesos lleno el tanque”. Trabajando de 7 de mañana a 9 de la noche reúne 30 mil pesos, y en ‘temporada alta’ con los turistas puede ganar hasta 60 mil. La carrera cuesta entre mil a 5 mil pesos.

Con Alexander hice un viaje de Ternera hasta la India Catalina, me pongo el casco mal oliente por el sudor de quien sabe cuántas personas más, y en 25 minutos me lleva a mi destino, 35 minutos menos que lo haría un bus.

Ante la falta de empleos los cartageneros se la han ingeniado para satisfacer el servicio de transporte de los usuarios que prefieren llegar rápidamente a algún lugar. “Las mototaxis son más baratas que un taxi, más rápidas que un bus y te llevan a la puerta de tu casa”, afirma Ospino.

A como dice la canción ‘El mototaxista’ del intérprete de vallenato, Yuri Rhenals: “Por la mala situación, buscando una solución me metí a mototaxista… ¿Acaso es pecado meterse a mototaxista? Nadie se imagina lo que quema el sol caliente”.