El reggaetonerito Baby Yader
Nayel Martínez
“Ya me quiero ir para la escuela, no quiero quedarme más con mi abuela. Me guiña la oreja hasta la patilla, me hace que le lave la bacinilla...”, así canta Baby Yader su reggaetón pegajoso, La abuela. Su voz infantil, no tiene nada que ver con los movimientos y el dominio del escenario que tiene. Aunque sólo tiene 8 años, ya tiene 3 de carrera artística.
Todo inició cuando Yader Samuel Martínez Rodríguez decidió subirse a una tarima en una celebración de Villa Venezuela, lugar donde reside. En ese entonces tenía 5 años, y cantó Dile de Don Omar, reggaetonero al que idolatra. Así comenzó su carrera, imitando a su cantante favorito. La gente disfrutaba cada presentación del reggaetonerito, y poco a poco se fue dando a conocer.
En una de sus presentaciones fue visto por Evert Cárcamo, a quien le gustó tanto que lo llevó a grabar su propia canción y video. Con 6 años ya tenía un video en televisión y también ganó el concurso Mini Estrellas 2007 del programa televisivo Margarita te voy a contar. En septiembre de este año, grabó su segunda canción, la versión en reggaeton de Nicaragua mía de Tino López Guerra.
una fiera
A pesar de su corta edad Baby Yader es toda una ‘fiera’ sobre el escenario. Se ha presentado ante miles de personas en la Concha Acústica, ha compartido tarima con el panameño Japanese y con exponentes del género nacionales. “No soy penoso, no me da pena nada”, comenta en tono despreocupado Yader con sus peculiares colochos y vestido al estilo blin blin.
Cuando canta lo hace como un reggaetonero experimentado. Se las sabe todas. Pero, aunque mucha gente no lo sepa, también le gusta la bachata y la interpreta con mucho sentimiento y bailándola con todas las de ley.
Por el momento, Baby Yader está a punto de grabar su tercer sencillo, el que también formará parte de su primer disco, que se preveé esté listo para marzo del próximo año. Asimismo, hay planes de que viaje a Panamá para hacer un dúo con Saidd Jr., el reggaetonerito que cantaba Con las manos arriba y también hijo de DJ Saidd, al que Yader impresionó en una reciente visita a Nicaragua.
martes, febrero 05, 2008
lunes, febrero 04, 2008
La Baca Loca
Nayel Martínez A.
“Me iba a meter al servicio militar, ya estaba montada en el camión IFA que iba para la montaña, pero mi hermana me llegó a bajar a vergazos:
-¿Qué te pasa chavala jodida? No ves que ya tenemos suficiente con nuestro hermano, me dijo ella.
Yo era una cipota de 13 años”, cuenta con una cara de estupor Gabriela Baca, mientras sostiene un cuchillo de cocina con el que corta unas naranjas.
Gabriela, es una cantautora nicaragüense que es todo un personaje sólo con sus anécdotas, es una sandinista de corazón, pero se desencantó con el partido cuando el Comandante Daniel Ortega dijo después de la derrota electoral de 1990: “Vamos a gobernar desde abajo”, y “yo quedé esperando el llamado para ir alfabetizar, para ayudar a los pobres, y nada”, narra esta mujer de tez blanca, con cortos colochos entre el dorado y el negro.
Su hermano es lisiado de guerra y muchos de sus amigos murieron en la guerra civil que azoto el país en los años 80. Ya en la siguiente década, Baca prefirió retirarse de todo lo que fuera política y dedicarse de lleno a sus estudios en Comunicación Social y su música.
Su casa
La morada de esta cantante es como ella, llena de energía, de esa aura positiva que ella transmite cuando entra a un lugar. Los colores de afuera son lo primero que llaman la atención cuando uno llega a golpearle la puerta allá en San Marcos, Carazo.
-“Es verde manzano con azul patriótico, no te vas a perder”, me advierte por teléfono antes de visitarla. “O si no preguntale a los bicicletudos por la rockera, y si no saben decile ‘La Sirena’, ellos me conocen, ya saben quien soy “.
-“¿La sirena?”, pregunto para confirmar si escuché bien.
-“Sí, ‘La Sirena’, es que así se llama una de mis canciones”, explica con un tono jodedor.
Su hogar es una explosión de colores y distintos objetos, un sandbag es lo primero que uno ve cuando entra a su casa, un par de guanteletas Everlast carcomidas por el tiempo encima de un baúl antiguo complementan el primer elemento.
La sala es grande, en ella está también el comedor ubicado en el centro como florero y vestido con un mantel guatemalteco. Más al fondo, están algunas revistas y libros de la “Fundacion Libros para Niños” y cd’s de artistas nacionales en venta. 3 pinturas adornan el lugar.
En el rincón de la sala está tal vez lo más importante para ella, 2 guitarras posando elegantemente, un micrófono, un pequeño televisor de 14 pulgadas, más a la izquierda junto a la pared mamón está su computadora con música compuesta por ella sonando de fondo. En la pared hay un mural hecho por ella misma con fotos y cartas de amigos.
Unas cazuelas y un ropero antiguo adornan su cocina, ella insiste en enseñar las habitaciones de su hostal. Son sólo dos, pero ambas reflejan ambiente casero. Todo luce pulcro y limpio. El patio es solo un pequeño corredor, con unas cuantas plantas y la pared como su mural personal, un sol indígena es el dibujo principal.
“Esta pipa me la trajo mi hermana de Jordania, no sé como hizo para traerla en la maleta porque trajo como 4 más”, explica con la boquilla en mano. Camina bruscamente hacia la cocina para preparar una de sus recetas favoritas.
-“Te voy a decir algo, vos sabés que uno cuando se harta ajo después lo anda eructando todo el día y es horrible”, explica con un diente de ajo pelado en las manos, las mismas con las que ejecuta soberbiamente la guitarra.
-“Ajá.”
-“Pues el secreto es quitarle esto”, y acto seguido le saca con un cuchillo el corazón al ajo. “Con eso ya no habrá ningún problema”.
Cuando le pregunto cual es su edad, me contesta con su hablado particular: “Uuuu… Nací en Managua hace un turcazo de años” (mientras ríe estruendosamente). Al final revela que tiene 38 años, pero la alegría y jovialidad de ella hacen que luzca menor. Su estilo despreocupado se complementa con un delfín tatuado en su brazo izquierdo.
Nayel Martínez A.
“Me iba a meter al servicio militar, ya estaba montada en el camión IFA que iba para la montaña, pero mi hermana me llegó a bajar a vergazos:
-¿Qué te pasa chavala jodida? No ves que ya tenemos suficiente con nuestro hermano, me dijo ella.
Yo era una cipota de 13 años”, cuenta con una cara de estupor Gabriela Baca, mientras sostiene un cuchillo de cocina con el que corta unas naranjas.
Gabriela, es una cantautora nicaragüense que es todo un personaje sólo con sus anécdotas, es una sandinista de corazón, pero se desencantó con el partido cuando el Comandante Daniel Ortega dijo después de la derrota electoral de 1990: “Vamos a gobernar desde abajo”, y “yo quedé esperando el llamado para ir alfabetizar, para ayudar a los pobres, y nada”, narra esta mujer de tez blanca, con cortos colochos entre el dorado y el negro.
Su hermano es lisiado de guerra y muchos de sus amigos murieron en la guerra civil que azoto el país en los años 80. Ya en la siguiente década, Baca prefirió retirarse de todo lo que fuera política y dedicarse de lleno a sus estudios en Comunicación Social y su música.
Su casa
La morada de esta cantante es como ella, llena de energía, de esa aura positiva que ella transmite cuando entra a un lugar. Los colores de afuera son lo primero que llaman la atención cuando uno llega a golpearle la puerta allá en San Marcos, Carazo.
-“Es verde manzano con azul patriótico, no te vas a perder”, me advierte por teléfono antes de visitarla. “O si no preguntale a los bicicletudos por la rockera, y si no saben decile ‘La Sirena’, ellos me conocen, ya saben quien soy “.
-“¿La sirena?”, pregunto para confirmar si escuché bien.
-“Sí, ‘La Sirena’, es que así se llama una de mis canciones”, explica con un tono jodedor.
Su hogar es una explosión de colores y distintos objetos, un sandbag es lo primero que uno ve cuando entra a su casa, un par de guanteletas Everlast carcomidas por el tiempo encima de un baúl antiguo complementan el primer elemento.
La sala es grande, en ella está también el comedor ubicado en el centro como florero y vestido con un mantel guatemalteco. Más al fondo, están algunas revistas y libros de la “Fundacion Libros para Niños” y cd’s de artistas nacionales en venta. 3 pinturas adornan el lugar.
En el rincón de la sala está tal vez lo más importante para ella, 2 guitarras posando elegantemente, un micrófono, un pequeño televisor de 14 pulgadas, más a la izquierda junto a la pared mamón está su computadora con música compuesta por ella sonando de fondo. En la pared hay un mural hecho por ella misma con fotos y cartas de amigos.
Unas cazuelas y un ropero antiguo adornan su cocina, ella insiste en enseñar las habitaciones de su hostal. Son sólo dos, pero ambas reflejan ambiente casero. Todo luce pulcro y limpio. El patio es solo un pequeño corredor, con unas cuantas plantas y la pared como su mural personal, un sol indígena es el dibujo principal.
“Esta pipa me la trajo mi hermana de Jordania, no sé como hizo para traerla en la maleta porque trajo como 4 más”, explica con la boquilla en mano. Camina bruscamente hacia la cocina para preparar una de sus recetas favoritas.
-“Te voy a decir algo, vos sabés que uno cuando se harta ajo después lo anda eructando todo el día y es horrible”, explica con un diente de ajo pelado en las manos, las mismas con las que ejecuta soberbiamente la guitarra.
-“Ajá.”
-“Pues el secreto es quitarle esto”, y acto seguido le saca con un cuchillo el corazón al ajo. “Con eso ya no habrá ningún problema”.
Cuando le pregunto cual es su edad, me contesta con su hablado particular: “Uuuu… Nací en Managua hace un turcazo de años” (mientras ríe estruendosamente). Al final revela que tiene 38 años, pero la alegría y jovialidad de ella hacen que luzca menor. Su estilo despreocupado se complementa con un delfín tatuado en su brazo izquierdo.
Su música
“Mi música la calificaría de alternativa y experimental, no estoy casada con un género”, expresa y su última canción así lo confirma, ‘Con la misma moneda’ es un tema cantando como rap en español. La rola es una protesta hacia el reggaetón y rap en español, ya que según Gabriela ésta es para pagarles a ellos con lo mismo que ellos dan. Aunque no lo confiesa, es una feminista absoluta, uno lo percibe luego de hablar unos minutos con ella.
Su mayor influencia ha sido el rock y la trova, género por el cual se le conoce más, pero según dice ella, quiere que su próxima canción sea una bachata.
Su instrumento inseparable es la guitarra, y aunque nunca estudió música, ni nada parecido, aprendió a tocarla muy bien sólo con mirar, es autodidacta. “Ni siquiera sé como se llaman los signos, que se llamen como quieran esos hijueputas”, dice sin ninguna perturbación.
Fue en Chile donde se enamoró de la música, cuando visitó la casa de un tío donde había una guitarra y un piano. “Cuando regresé a Nicaragua me agarró un rigio horrible, hasta que me compraron una guitarra de Monimbó con cuerdas metálicas”, comenta.
Su primera experiencia en canto fue en el coro del colegio de monjas donde estudiaba. Allí dice ella que no la aguantaban por todas sus locuras, así que tuvo que irse a estudiar al Instituto Rigoberto Lopez Pérez, donde conoció a Richard Loza y Alejandro Mejía, quienes la llevarían por la senda de la música.
Luego, ingresa a la Universidad Centroamericana para estudiar Comunicación Social, donde era común verla en los eventos de cultura que se realizaban. Cuando termina la carrera, se gana una beca para estudiar Comunicación, producción, radio y televisión en Costa Rica.
“Siempre a la hora del coffee break me ponía a cantar con mi guitarra algunas de las canciones que tenía”, recuerda. En uno de esos recesos fue que el jefe de estudio de Radio Nederland Training Center la escuchó cantando Sirenas, al tipo le gustó tanto que la invitó a grabar gratuitamente el tema. Ese fue su primer demo, en el 97, hace más de 10 años.
A finales de ese mismo año, Gabriela se va a Honduras para trabajar en publicidad. “Quería ahorrar mi dinero, porque lo que siempre quise fue mi casa propia”. En materia de música fue un periodo muy fértil para ella, creó más de una decena de canciones y la invitaban a cantar en diferentes espacios feministas.
Con el dinero que Baca ahorró fue suficiente para comprar su casa en San Marcos. “Me gusta aquí, el clima es fresco, la gente es buena onda”, manifiesta. Gabriela hospeda en su hostal a cooperantes españoles, a los cuales también ofrece servicio de tour en su pequeño carro. “Vos sabes que de la música no se vive”, afirma tajantemente, “así que tuve que buscar otras cosas de las que pueda vivir”, agrega.
CasAbierta es el nombre que le dio a su hospedaje, “La gente me pregunta si es por la canción de Guardabarranco, pero no. Es mas, Salvador Cardenal me dijo que dijera que sí, pero no puedo inventar eso”, detalla con una sonrisita pícara.
Por las buenas relaciones que Gabriela mantiene con los españoles es que pudo viajar el año pasado a la Madre Patria para realizar una pequeña gira. “Bueno, en realidad me fui sólo con un concierto amarrado”, comenta con su voz ronca. La aceptación que tuvo fue buena, tanto así que consiguió presentaciones en varios bares de Madrid y Toledo.
“La Baca Loca”, como ella misma se autonombró, no piensa volver a trabajar en publicidad comercial. “Yo soy muy franca para trabajar en eso”. Ahora sólo realiza consultarías en comunicación y se dedica a su pequeño hospedaje, donde también cocina para su huéspedes.
-“Pepe, ¿Cómo estas?, no habías venido. Ese es Pepe, mi mascota adoptada”, así me presenta al perro que todos los días llega a la puerta de su casa para pedirle comida. Mi sorpresa es cuando ella le abre la puerta y él entra y se pasea con su corta cola como un habitante más de la casa.
Me explica que Pepe era un visitante asiduo del barrio, y cuando el Ministerio de Salud andaba haciendo redadas, necesitaban que el perro estuviera a nombre de alguien, así que “ni modo”, tuvo que adoptarlo simbólicamente.
Ella sigue cocinando, mientras saborea una Victoria mezclada con Canada Dry. “Este es el champán nica”, me dice en tono de broma. Cuando por fin termina de cocinar, ya que ha parado varias veces para contarme su vida, sirve la mesa de manera impecable y nos sentamos a comer.
Entre chistes y más chistes, me dice que dobletee, que no hay ningún problema. Hace invitación para cuando quiera venir a celebrar cualquier ocasión.
-“Fijate que anoche choqué con un camión de cerveza”.
-“¿De veras?”, pregunta sorprendido y con los ojos casi de fuera el fotógrafo.
-“Sí”, le dice ella, “y de frente y por la boca”, mientras se ríe a carcajadas.
-“Me rebanaste”, le contesta él.
-“Si por eso me estaba muriendo hoy de la goma, pero ya me pasó”, dice ya un poco más seria.
Llega el momento de hacerle la pregunta del porque de su apodo que ella misma se puso. “En el colegio siempre me rebanaban por mi apellido, y lo de loca, pues no tengo la menor idea”, mientras se lanza una risotada.
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